sábado, 15 de agosto de 2009

Análisis de la novela "La´´Ultima Niebla" de María Luisa Bombal.


La última niebla"
por Ignacio Valente
..... De esta novela corta de M. L. Bombal, publicada en 1935 traducida entretanto a seis idiomas, aparece hoy una cuarta edición, cuya lectura presente no hace sino confirmarla como una obra cumbre dentro de la narrativa chilena de este siglo. Mucha novela se ha escrito desde entonces en el país; se han sucedido las promociones literarias, se han innovado los procedimientos, ha cambiado el mundo circundante del escritor; ya no se escribe así, qué duda cabe: no son los ángeles del sueño ni las hénides del corazón femenino, sino otros dioses, diosecillos terrestres, los que tienen la palabra y el dictado.
..... Y sin embargo, en este lapso de un tercio de siglo nos cuesta encontrar una obra que pueda trascender como ésta su tiempo y lugar de origen, revelando una carga de experiencia tan pura y universal bajo el sortilegio de un lenguaje narrativo y poético tan denso y perdurable........... El relato de esta frustración y delirio femeninos, narrado en primera persona por una mujer nostálgica de entrega, teje con las dos hebras mágicas de la realidad y el sueño la trama de un romance absoluto. Romance nacido de un encuentro fortuito y casi irreal, y proyectado luego sin límites sobre un mundo de alucinada ensoñación, hasta el punto de fundir sin residuo los diversos planos de la realidad y del tiempo. La mujer vive de un recuerdo y quizá de un puro sueño, más reales, sin embargo, que el ominoso presene de su existencia actual. El amante perdido y tal vez inexistente tiene apariciones fugaces en medio de la niebla, rodeado siempre de un halo luminoso y evanescente; viene a llevársela desanecida, en la tarde de viento; cruza el camino, junto al estanque donde ella se baña, en un carruaje cerrado; viene y se esfuma, en apariciones de consistencia onírica de las que ella misma terminará por dudar. En lo inmediato, resulta inútil separar los hechos positivos y las ilusiones delirantes de este amor, pues la novela, ocurre entera dentro de la conciencia, una conciencia femenina alucinada que jamás se instituye en norma objetiva o exterior de la verdad.
..... El mundo interior de este proceso narrativo es, pues, el mundo mágico y alterado de la emoción femenina, un mundo sin causalidades ni coherencias de la razón; un mundo trágicamente encantado que la autora sabe iluminar con los más intensos resplandores poéticos. No se piense, sin embargo, en una pura fantasía lírica de inasibles vuelos: su inserción en la realidad -y con ella su dimensión trágica- viene dada por el contrapunto interno de una historia más pasional, la de Regina y su amante, cuya carnal y palmaria evidencia nutre secretamente los sueños frustrados de la protagonista. La alucinación se sujeta, pues, en un realísimo deseo insatisfecho del corazón de la mujer, si bien esta relación entre ambos dista mucho de ser racionalizada o explicada a la manera causal y externa del análisis psicológico.
..... Maravilla el desdén que M. L. Bombal se permite hacia lo exterior, descriptivo, pintoresco, explicativo. No hay aquí referencias, antecedentes, introducciones: las personas y cosas que ingresan en este mundo -la casa de campo, el marido, una muchacha muerta, Regina y su amnte, en las primeras páginas- aparecen reveladas de modo instantáneo en la situación misma, en el presente de la conciencia que las siente y sueña, en su actualidad poética y emocional. Estamos tan lejos del naturalismo como de la novela psicológica: la poesía -un lirismo profundo de raíces nórdicas- tiene la palabra. Complicados procesos, cuyo desvelamiento ocuparía largas y doctas explicaciones a la psiquiatría, la fenomenología o el análisis existencial, son iluminados de golpe por la intuición poética que tan bien sabe la autora desplegar en versión narrativa.
..... De allí la densidad de estas breves setenta páginas. No sobra un adjetivo. Su sintética velocidad deja atrás continuamente al lector; pero no a la manera artificiosa de los cambios de plano o los tiempos intermitentes que prodiga tanta novela actual, sino según la manera fulgurante y espontánea de la poesía, que debe ser releída por una exigencia interna de concentración. El tiempo de este relato posee la maravillosa discontinuidad del transcurso interior, de la duración vital. Hay morosidades y prisas, detenciones y saltos; pero no nos hacen pensar nunca en virtuosismos formales, sino en el propio ritmo natural de la vivencia. En general, no se percibe artificio o trabajo técnico en esta prosa; su esencia poética lo vivifica todo con un ánima encantada que exime de todo aparente trabajo formal.
..... La orquestación de la naturaleza es siempre funcional y antropomórfica. La lluvia, el paisaje del campo, el vendaval, el otoño, participan expresivamente de la misma respiración interna de los sucesos humanos, los prolongan y revelan. Esta Einfuhlung, proyección afectiva sobre lo inanimado, se hace más intensa y central en torno a algunos elementos claves -nunca alegóricos-, de los cuales el primero es la niebla, leit motiv del relato. La niebla es el elemento brumosos que confunde las zonas del ensueño y la realidad; de allí su presencia continua sobre las casa, calles, campos, presencia que confiere una soledad sorda y a la vez un recogimiento íntimo y femenino a las situaciones. La niebla es también la fuerza ciega de lo hostil y resistente, que contraría la luminosidad de los designios humanos, sobre todo de los designios amorosos.
..... Un relato como éste no podría ser narrado sino en primera persona. Aunque su esencia poética está bien diluida en el transcurso novelístico, apenas hay sin embargo, objetivación o construcción narrativa de personajes y argumentos: prima siempre el flujo interior de la conciencia, que va revelando la secreta entidad de personas y cosas al ritmo de la emoción. Las imágenes liricas tampoco son nunca construcciones deliberadas a partir de elementos inmóviles o abstractos o pensados: son imágenes primarias, silvestres, dinámicas, en estado natural: "Un soplo frío me azota la frente. Sin ruido, tocándome casi, ha pasado sobre mí un pájaro de alas rojizas, de alas de color de otoño. Tengo miedo nuevamente". He aquí un libro que amaría Gaston Bachelard, porque sus imágenes son siempre móviles y prístinas, capaces de irradiación, ontológicas. El lenguaje, por su parte, esta invadido de profundos ritmos, afinidades imaginativas, parentescos verbales, y de un sentido musical espontáneo que termina de conferir su soplo poético a esta excelente prosa narrativa.
..... La revelación de fondo que nos abre este denso relato se refiere a la esencia de la femeneidad, patentizada con una pureza y condensación que no consiguen los tratados más clásicos sobre el alma de la mujer. El misterio femenino, su fisiognómica -expresión corporal del enigma de la mujer en sus formas y gestos-, sus ánimos tornadizos, su confusión íntima, su emotividad como centro de gravitación de todo su ser, la imanencia femenina en suma, se nos revelan espléndidamente en la historia de este sueño enamorado, de esta corriente oscura de ensoñación que atraviesa el alma de ciertas mujeres y es más real que todas las realidades tangibles y razonables -viriles- que las circundan. Frente a tanta literatura femenina que huele a reconstitución, que primero interpreta la experiencia con categorías abstractas tomadas del varón y luego retorna a disfrazarse de femenina, y que tratando de iluminar los secretos de la sexualidad y del amor no hace sino revestir narrativamente un conceptuoso y árido y morbido material de psicología y de clínica, la intuición directa, poética y femenina de María Luisa Bombal se eleva hasta una cima no igualada entre nosotros, y aún significativa en el ámbito de la novela contemporánea toda.

en El Mercurio5 de octubre de 1969.



No hay comentarios: